De orígenes y Ferias Gastronómicas
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Recorrer Masticar, feria gastronómica que realiza el colectivo de cocineros argentinos A.C.E.L.G.A (asociación de cocineros y empresarios ligados a la gastronomía), es un respiro para mi alma de cocinera y comelona.
Masticar más allá del snobismo general de las ferias gastronómicas es un encuentro no con la industria de este rubro, sino con la cultura y el acervo gastronómico de la Argentina, es muy emotivo ver que, el evento más allá de dar importancia a los cocineros que salen en la T.V, le otorga más protagonismo al mercado de pequeños productores provenientes de todo el territorio nacional que enaltece el comercio justo y promueve el consumo de productos locales y el concepto de denominación de origen.
Hongos de pino, sal de alga wakame proveniente de las islas Malvinas, quesos infinitos de producción de la pampa, embutidos de carnes de caza como el ciervo y el jabalí, mermeladas de frutos de estación como la frambuesa, especias y cervezas de San Carlos de Bariloche, vinos orgánicos de Mendoza y Cafayate y podría seguir con una lista innumerable del paisaje gastronómico de la feria, para terminar haciendo énfasis en la importancia del rescate antropológico y cultural de nuestras cocinas y productos regionales.
Pienso entonces en la cocina colombiana y en nuestra vastedad de territorio y exquisiteces dignas de la altura de una feria gastronómica de verdad donde se ofrezca más que fríjoles y ajiaco, platos sin duda suculentos pero que no definen nuestra totalidad culinaria, mi panza y mi paladar disfrutarían de encontrar un tamal de Huapi, una mamona asada como en los llanos, un mote de queso costeño, cubios, yucas, maíz, copoazú, cocona, ceviches de bocón, arepas de maíz recién molidas, mazamorra pilada, achiras y tampoco alcanzaría si quiera a terminar de nombrar tantas delicias.
Somos lo que comemos, dicen por ahí y yo no me canso de insistir en ello, y sigo insistiendo ¡Qué ricos y sabrosos que somos los Colombianos, que crecimos alimentados por el poder nutritivo del maíz y el fríjol, la cálidez del chocolate y el agua de panela, la sabrosura del plátano, la yuca, el ñame, la dulzura de la guayaba, la papaya, el mango, lo exótico del maracuyá, el lulo, el tomate de árbol, el aguacate, qué prolíficos y exuberantes…
Y de manera osada y descarada sueño con que vengan los tiempos del reconocimiento de nuestra identidad gastronómica, una que haga industria, pero no de manera imitativa sino original, una industria que lleve todo ese amor y ese sabor a encontrarnos desde nosotros mismos y para nosotros mismos.
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