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Manzanas silvestres; membrillos y nísperos

Manzanas silvestres; membrillos y nísperos

Estas tres frutas, lo mismo que la manzana, pertenecen a la familia de las rosáceas. Manzanas silvestres Asadas y todavía calientes, las manzanas silvestres que «silbaban en el tazón» en los especiados ponches de cerveza hirviente de la época de Shakespeare eran, probablemente, las manzanitas acidas que crecen silvestres o en algunos huertos y que son las antepasadas de todas las variedades modernas. Nadie come ya, excepto los pájaros, estos frutos tan bellos como diminutos -pueden ser amarillos, rojos o verdes- porque generalmente no vale la pena, ya que son duros y con frecuencia muy ácidos. Con ellos se hace, sin embargo, una hermosa jalea transparente, de un color rosa dorado, que queda excelente con pan, mantequilla y petit-suisse. Las más grandes son un poco más dulces y crecen de las semillas de manzanas cultivadas vueltas al estado silvestre. Tienen un sabor fresco y ácido. Membrillos Originarios de Portugal, donde los llaman marmelos, eran la fruta con que se hacía la mermelada hasta que los reemplazaron las naranjas. Aromáticos y de color amarillo dorado, son gratos de ver, en otoño, sobre la mesa de la cocina, donde se utilizan generalmente para preparar jaleas y mermeladas pero un par de rodajas, agregadas a un pastel o tarta de manzanas, pueden dar a estos platos un aroma y sabor deliciosos. Los membrillos también se pueden hervir con azúcar hasta reducirlos a una pasta espesa, que después se seca y se come como postre. Los nísperos silvestres jamás se encuentran en las tiendas, pero a veces se ven crecer, silvestres, en los setos. Parecen tacitas abiertas, de un cálido marrón dorado, y recuerdan al fruto del escaramujo, ya que cada uno termina en un cáliz de cinco sépalos. Como no maduran en el árbol, para que sean comestibles tienen que estar ya muy próximos a «pasarse». Antes, se facilitaba este proceso guardándolos en paja o en salvado, salvo en las zonas más cálidas, donde maduran normalmente. La madurez se reconoce fácilmente, porque el níspero silvestre verde es duro como una piedra. Una vez maduros, generalmente se hacen al horno o se prepara con ellos una mermelada o jalea ligeramente amarga, o bien se retira la carne de la piel con una cuchara y se come con azúcar y crema. El sabor y la textura hacen pensar vagamente en el mazapán.