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Pintada

Pintada

Estas aves elegantemente moteadas, originarias del oeste de África, son tan enternecedoras como estúpidas. Tienen cierto aspecto de cojines andantes, con sus plumas maravillosamente dibujadas, con manchas blancas sobre fondo negro, como vestidos de ancianitas; a veces, muestran un delicado tinte lavanda. Las razas semidomesticadas son deliciosas, son más carnosas que las variedades silvestres, pero ambas tienden a ser secas, de modo que durante la cocción hay que bañarlas continuamente con mantequilla condimentada, o bien albardillarlas con tocino. Si no se piensa rellenar el ave, viene muy bien poner unas ramitas de mejorana entre la grasa y la piel.
Las pintadas suelen verse en las pollerías todavía con las plumas de las alas, quizá para distinguirlas de los pollos del mismo tamaño. Su sabor es como el del pollo, pero un poco más silvestre, y las recetas para faisán, perdiz o pollo para asar harán justicia a la pintada.
Para alcanzar su punto, las pintadas deben estar uno o dos días colgadas, sin desangrar, en un lugar fresco, para que la carne se ponga tierna. En las pollerías las despluman, las limpian y las trocean. Aunque su demanda no es enorme, no siempre se encuentran, pero de todas maneras se encuentran en el mercado durante todo el año; son mejores a comienzos del verano, cuando se venden los ejemplares jóvenes.