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Elección de la vajilla

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Algunos tienen la suerte de recibir una vajilla completa de porcelana, como regalo de bodas o de aniversario. Otros tienen que empezar desde cero y la compra puede ser muy cara. Aquí se explica cómo hacerse con una buena vajilla de porcelana y cómo cuidarla.

Una vajilla de porcelana nueva

Es enorme, actualmente, la variedad de modelos que se pueden conseguir. Al elegir uno para ir montando la vajilla, conviene estudiar atentamente las distintas piezas. Puede que un servicio de mesa con platos de atractivo diseño tenga una sopera con las asas demasiado frágiles o una ensaladera de forma semiesférica que ocupe mucho sitio y resulte poco manejable.
Asegúrese, sobre todo, de que hay existencias para reemplazar en el futuro las piezas rotas. Tenga en cuenta el espacio para guardarlo: las fuentes y salseras de formas extrañas acaso ocupen más sitio del que brinde el aparador.
No es necesario tener un servicio en el que todas las piezas hagan juego, si bien esta perspectiva atrae a mucha gente. Pueden elegirse juegos distintos de mesa, de té y de café.

La porcelana antigua

Aunque ciertas piezas de porcelana fina antigua alcanzan precios muy elevados en las salas de subastas, cuando se sacan antigüedades a la venta, se pueden conseguir cacharros muy atractivos por muy poco dinero, en subastas menos importantes, ventas benéficas y sitios como el "Rastro". Es ciertamente apasionante la idea de encontrar en algún sitio una pila de platos y una salsera, para luego salir a la caza de piezas que hagan juego, en otros lugares distintos. También puede escogerse una combinación de colores y coleccionar una multitud de piezas similares que tendrán un bello aspecto y constituirán un juego único.
Considere asimismo la posibilidad de hacer la compra en las tiendas de "saldos", que se especializan en piezas sueltas o ligeramente defectuosas. En muchos casos, los fallos son apenas perceptibles y siempre resultan más económicas.
El número de piezas necesarias depende de cuántos sean de familia y de los invitados que reciba.
Desde luego, lo sensato es tener una vajilla de uso diario y otra fina para invitados. Siempre, claro, que se cuente con fondos suficientes.
Para comenzar, la vajilla básica debe constar de platos llanos y soperos, platos pequeños, cuencos para postre (que también pueden usarse para consomés) una sopera, varias ensaladeras, una salsera, una lechera y un azucarero. En los comienzos, la misma taza puede usarse para té y para café.
Entre las adquisiciones ulteriores pueden incluirse los platos para carnes, las hueveras, los platos para pan, la mantequilla, la quesera y la cafetera, la tetera, las tazas para consomé y una fuente para tartas.

El lavado

En la porcelana nueva se suele indicar si es apta para el lava vajillas. Si se hace la tarea a mano, los cacharros deben lavarse en agua jabonosa no muy caliente. No use nunca agua hirviendo, que debilita la porcelana y puede llegar a romperla.
El aclarado se hace con agua tibia y las piezas se secan o se dejan escurrir y fuego simplemente se frotan con un paño seco.

Cómo guardarla

La porcelana muy fina hay que guardarla cuidadosamente. Si se apilan muchos platos es bueno poner entre uno y otro un trozo de papel a modo de aislante.
Las demás piezas se pueden apilar sin peligro, prescindiendo de esa precaución. Las pilas no deben resultar peligrosamente altas.
La porcelana antigua decorativa debe guardarse siempre lejos de la luz del sol directa, que puede ir debilitando el colorido. Si se guardan los platos de canto, en un trinchero o en estantes abiertos, cuide que los mismos tengan algún listón para que no resbalen.
Toda pieza de porcelana agrietada debe tirarse de inmediato, ya que las grietas constituyen un campo de cultivo de gérmenes que medran en el calor y la humedad producidos por el uso y el lavado constantes.


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