Revolver la cal en un poco de agua. Colar e incorporar el resto del líquido. Agregar el maíz y poner a fuego vivo. Revolver constantemente para que los granos se cuezan de manera uniforme. Añadir un poco de agua caliente si se consume demasiado. Cuando se consuma el agua sólo agregue agua caliente, de lo contrario los granos se endurecen y se retarda más su cocimiento.

Retirar cuando los granos adquieran un color más amarillo que el común y que al frotar uno de ellos se desprenda la cáscara con facilidad. Dejar enfriar y verter en un canasto grande de palma. Lavar con bastante agua fría para que se desprenda la cáscara.

Posteriormente, moler en un metate o molino. Añadir un poco de agua, a medida que se va moliendo, para evitar que se formen grumos. Una vez concluido el proceso, la masa está lista para usarse en la preparación de tortillas.